Hace ya unos días, me estoy despertando harto más temprano de lo habitual (7 AM) y lo hago con mi fiel compañera, la tele. En todos los noticieros matutinos (cuyos conductores madrugan mucho más que yo) la noticia (valga la redundancia) predominante era ésta:
En los informativos, distintos expertos, entre ellos el ministro de Energía, Marcelo Tokman, daban señales de lo que este corte de gas implicaría para el consumo habitacional y cómo los chilenos comunes y corrientes podemos enfrentar esta crisis. Todas estas palabras llegaban a mi cerebro recién despertando, mientras me debatía entre seguir en la cama unos minutos más o levantarme para llegar a la hora al trabajo.
Fue tal la cantidad de información que llegó a mis neuronas, que me asusté y dudé en encender el califont en el máximo (pese a que en mi casa el agua de la ducha sólo se calienta decentemente de esa forma) y pensé en buscar alguna forma de calentar el agua de mi guatero (sí, sin uñas) que no signifique usar el gas. Pero sólo pude darme una ducha más corta y colaboré al apagar el califont apenas salí del baño.
Estas actitudes, extrañas en mí, me hicieron darme cuenta de la efectividad de hablar de estos temas cuando uno está realizando activiades que tienen que ver con eso. Distinto es escuchar consejos sobre cómo ahorrar gas mientras se almuerza que justo antes de cocinar u ocupar la ducha.
Por eso mi consejo es a quienes tengan la responsabilidad de hacer estas campañas: ocupen los espacios en la mañana o en la hora de almuerzo. Así la señora, el estudiante, la profesional, el caballero estará con la información calientita (qué adjetivo más ad hoc al tema) en el minuto justo en el que le toque aplicarla. Lo digo por experiencia propia.