Esa fue la primera noticia el 28 de marzo en Las Últimas Noticias. A los días siguientes fueron encontrando manos, cabeza, abdomen, piernas. Huellas cercenadas. Tatuajes borrados. Vecinos espantados, diciendo a los medios que por favor no los estigmaticen, que no son delincuentes. Durante una semana los noticieros comienzan con esta noticia. Salen las pistas: que es de clase media, sin problemas de droga, tiene toda su dentadura, cuerpo atlético. Más de 60 personas son examinadas para establecer parentesco. Nada.
Hasta que se logra identificar. Se trata de Hans Pozo, tenía 20 años y una situación marginal. No era de clase media, sí había tenido problemas con drogas y hace meses que no visitaba la casa de sus tíos -o padres adoptivos-. Vivía en la calle. Había estado preso.
Viernes en la noche. Canal Nacional. En el noticiero de la medianoche, estaba invitada la pareja que lo había acogido. Un señor desdentado, con su mejor camisa y recién afeitado con su esposa, una mujer sencilla, con permanente de hace dos meses y su mejor blusa. Eran Francisco Pozo y María Caro. Don Francisco y doña María, los tíos de Hans (si quieres ver el video haz click acá [se requiere Real Player]).
Esa imagen, al parecer típica, me hizo clic en medio de la somnolencia. ¿Qué hacían esas dos personas, un viernes en la noche, en la televisión? Hablar sobre un crimen. “Señora María, ¿qué pensaba cuando veía las noticias del joven descuartizado? ¿Pensó que se trataba de Hans?”. “Don Francisco, ¿qué opina de las pistas que dirían que Hans ejercía el comercio sexual?”. Iván, ¿por qué no les preguntaste por qué nunca hicieron la denuncia por la desaparición de su hijo adoptivo? ¿O por qué fue Hans y no otro? ¿O cuántos posibles Hans habría en el barrio en el que viven? Porque no es noticia.
Si no lo hubiesen descuartizado, es muy posible que la muerte de Hans Pozo sólo habría sido un breve policial. “Joven drogadicto muere en ajuste de cuentas”. Fin. Y nadie se preocuparía de las señoras Marías o de los don Franciscos. Los pobres no existen en los medios, a no ser que sean criminales, víctimas o familiares de uno u otro. La señora María no va de invitada a la tele porque sí.
Los medios usan a las personas y viceversa. El problema es que hay ciertas personas en las que no funciona el viceversa. Si un empresario hace noticia, el periodista va y le hace la nota. Si el empresario quiere aparecer en los medios, va y llama a un periodista. Pero Hans Pozo, la señora María y don Francisco aparecen cuando los medios los requieren. Si ellos quieren aparecer de la nada, nadie los toma en cuenta.
Este caso nos hace caer en la cuenta de la invisibilidad de la pobreza. De lo inadvertida que pasa la marginalidad. ¡Cómo puede ser que maten a una persona y nadie la reclame! ¡Cómo puede ser que a alguien se le ocurra semejante crimen porque “nadie se va a dar cuenta”! Lo sórdido de esto no es que a Hans lo hayan matado y desmembrado, que hayan congelado sus restos y los hayan repartido por todo Santiago (no, no todo, la marginalidad también está en dónde dejaron sus miembros: mientras más marginal, más invisible). Lo terrible es que nuestra sociedad da espacios para que existan crímenes como éste.
El caso Hans Pozo nos tiene que hacer reflexionar. Los pobres no deben ser invisibles para los medios. El desafío está en buscar cómo.
Fuentes: LUN, Medianoche, Teletrece. Foto: Emol.